Archivo diario: enero 7, 2008

Vivir sin Lorca (Cuento de Año Nuevo)

Sabed que fue en una noche de otoño, sin el milenio acabado, que a mis sueños llegó un ángel, un ángel de cenizas. Y me llevó a un cuento. Un cuento que no es mentira:

Y vi a Rafael, dejó caer el periódico como si su tinta fuera plomo. Apoyó su mano derecha (pulgar e índice, por la palabra escrita, ennegrecidos)  para alzarse. Crujieron silla y suelo y el maestro se encaminó a la ventana, pequeña y marcada por la carcoma, aquel día de febrero. Rafael vestía un jersey de gruesa lana, (¡prenda que aconsejaba su añorada tierra en esas fechas!) que tuvo que remangar al notar los rayos de la mañana. Ojos entreabiertos, de 40 inviernos y 39 primaveras, derramaban un río de lágrimas ¡uno por mejilla! mientras sus labios recitaban poesía:

Si mi voz muriera en tierra/ llevadla al nivel del mar/ y dejadla en la ribera/ Llevadla al nivel del mar/ y nombardla capitana/ de un blanco bajel de guerra./ ¡Oh mi voz condecorada con la insignia marinera:/ sobre el corazón un ancla/ y sobre el ancla una estrella/ y sobre la estrella el viento/ y sobre el viento la vela!

Y navegué un océano, dos años y medio atrás, y allí encontré a Antonio. Había andado una bella ribera antes de apremiarse rumbo a casa. Una llamada urgente decían. Antonio estaba callado, de espaldas a la puerta. El teléfono colgando de su siniestra, la diestra golpeando con fuerza una mesa. No respondió a las  preguntas que a su alrededor le hacían y subió a su habitación sumido en agonía. La luna llegó tan rauda como se marchó y a la luz del amanecer recitó la despedida:

Se le vio,/ caminando entre fusiles,/ por una calle larga,/ salir al campo frío,/ aún con estrellas,/ de la madrugada./ Mataron a Federico/ cuando la luz asomaba./ El pelotón de verdugos/ no osó mirarle la cara./ Todos cerraron los ojos;/ rezaron: ¡ni Dios te salva!/ Muerto cayó Federico/ -sangre en la frente y plomo en las entrañas-/ ….Que fue en Granada el crimen/ sabed -¡pobre Granada-, en su Granada…

Y juro que oí en esa misma tierra húmeda de sangre, ¡bajo el mismo sol!, que Salvador azucaraba su bigote y como torero en ruedo gritaba -ole!-, si, Ole!, por la muerte de Federico.

Volví a cruzar la mar, el mar de Rafael, para verle junto a su ventana, ¡otra vez!, aquel cálido día de febrero. Él llorando decía ¿Por que te marchastes Antonio? ¿Cómo podré yo ahora, solo en mi destierro, vivir sin Federico? Y recordé aquel periódico de pesada tinta que en el suelo gemía: Ha muerto Antonio Machado. Poeta. Lejos de su tierra. Lejos de lo que más quería.

-Y ahora que Rafael se va- pregunté yo al ángel de ceniza -¿Cómo podremos vivir sin Federico?, ¡responde! ángel de ceniza.-

(A Federico Garcia Lorca, Rafael Alberti y Antonio Machado)

Actualización: La Muerte Imaginada (Revisión de las evocaciones que la muerte de Lorca ha suscitado en la literatura).

 

 

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